
De fondo el Tuyú III, vivíamos en el 7B. La foto no es mía, el recuerdo sí.
De fondo el Tuyú III, vivíamos en el 7B. La foto no es mía, el recuerdo sí.
Carla Agüero y Lula Rovatti
Carla Agüero y Lula Rovatti
Incluye cuatro obras de teatro de Diego Kehrig
En Sala Breve.
Maria Eugenia Ludueña y Verónica Riutort
Terminábamos Negro corazón con una suerte de homenaje, un reivindicación un poco adulterada pero no por eso menos sincera. Las actrices gritaban puño en alto: “¡Irma Roich!, ¡Irma Roich!, ¡Irma Roich!”
Irma representaba esa batalla peronista. A esa mujer sufrida -que en sus telenovelas tantas veces había interpretado-. Cambiábamos la “y” por la “ch” de su apellido, sólo “per codere”. Para hacernos los modernos, nada más.
Años después participé en la producción de una novela de Migré, donde Carolina encabezaba. Me acuerdo que Irma venía a Pampa Estudios a ver las grabaciones de su hija, y nos contaba como se trabajaba antes, como era el nervio del “vivo”, como salvaban las escenas, y se maravillaba con las nuevas tecnologías, las luces, pero odiaba las cámaras HD porque “Estas te matan con las arruguitas.”
A mi me encantaba oírla. Nunca le confesé el disparate que había escrito. Hoy Irma se murió, y pensando no sólo en su trabajo, sino en la violencia con que los milicos la exiliaron, levanto el puño y grito: “Irma Roich, Irma Roich, Irma Roich”.